sábado, 12 de febrero de 2011

El Empuje Para Actuar.

En un viaje que hice rumbo a México a principios de marzo, al ir cruzando una carretera que atraviesa el desierto, de pronto mi coche se vio atrapado en una fuerte tolvanera, la fuerte cortina de tierra me cegó por completo, por mas que enfocaba la mirada hacia el camino, no podía ver absolutamente nada. Entonces disminuí la velocidad mientras la ansiedad se apoderaba de mi cuerpo y podía escuchar con claridad los latidos de mi corazón.

Esa ansiedad que se apodero de mi, termino por convertirse en miedo y entonces detuve mi auto a un lado de la carretera decidido a esperar hasta que pasara la tolvanera. Una hora mas tarde el viento ceso, y la visibilidad regreso y logre continuar mi viaje. Al seguir mi camino a unos 500 metros mas adelante me tuve que detener de nuevo porque estaba cerrada la carretera, debido a que dos vehículos habían chocado de frente y estaban bloqueando el transito, habían varias ambulancias y policías  ayudando a los pasajeros de ambos vehículos la escena era muy trágica. De haber seguido manejando en medio de la tolvanera, es muy probable que yo también hubiera participado en ese accidente.

Aquel día tal vez el miedo me salvo la vida, un estado interior que me obligo a detenerme, prestar atención y tomar conciencia del peligro que me asechaba en aquel momento.


La esencia de las emociones, es que son impulsos que nos conducen a actuar, son como programas de reacción automática con los que no ha dotado la evolución. En toda emoción hay implícita una tendencia a la acción, basta con observar a los animales y a los niños para darnos cuenta de que las emociones nos llevan a la acción; pero en el mundo de los adultos (el mundo civilizado)  en donde encontramos esa extraña anomalía del reino animal en la que las emociones (impulsos básicos que nos llevan a actuar) parecen estar muy distantes o divorciadas de las reacciones.

Cada emoción tiene una importancia en la forma de actuar de cada individuo, por ejemplo:
El enojo, provoca un aumento en el flujo sanguíneo en las manos, haciendo mas fácil golpear a un enemigo, empuñar un arma; aumenta el ritmo cardíaco y la producción de hormonas, como la adrenalina la cual genera la cantidad de energía necesaria para cometer acciones muy energéticas.

La felicidad, consiste en el aumento de la actividad en el centro cerebral que se encarga de inhibir los sentimientos negativos y de aquietar los estados que generan preocupación, al mismo tiempo que aumenta la energía disponible en el cuerpo.

El miedo, en este proceso emocional la sangre se retira del rostro (lo que explica la palidez y la sensación de
«quedarse frío») y fluye a la musculatura esquelética larga (como las piernas) así se favorece la huida. Al mismo tiempo, el cuerpo parece paralizarse, aunque sólo sea un instante, para calibrar, tal vez, si el hecho de ocultarse pudiera ser una respuesta más adecuada. Las conexiones nerviosas de los centros emocionales del cerebro desencadenan también una respuesta hormonal que pone al cuerpo en estado de alerta general, sumiéndolo en la inquietud y predisponiéndolo para la acción, mientras la atención se fija en la amenaza inmediata con el fin de evaluar la respuesta más apropiada. 

El amor, de los mejores sentimientos, estos sentimientos de ternura y la satisfacción sexual activan el sistema nervioso parasimpático (el opuesto fisiológico de la respuesta de lucha o huida propia del miedo y de la ira). La pauta de reacción parasimpática (ligada a la relajación)  abarca un mayor grupo de reacciones que implican a todo el cuerpo que dan paso a un estado de satisfacción y calma  que favorece la convivencia.

Todas estas emociones son muy buenos instrumentos para la supervivencia humana, pero hoy en día parece que estos instrumentos emocionales han ido desapareciendo, antes un ataque de rabia podría tener un final entre la vida y la muerte pero como hoy en día un niño de trece años puede acceder a un arma de fuego, un sentimiento de rabia al convertirse en una reacción por lo general tendrá un final muy catastrófico.


                      El vídeo muestra algunas de las expresiones de nuestro rostro ante una emoción.

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